Preguntas frecuentes
Las Constelaciones Familiares constituyen uno de los más eficaces recursos terapéuticos de los últimos años, que nos permiten ampliar nuestra mirada, descubriendo que implicaciones sistémicas influye en aquello que aún no fluye en nuestras vidas. Están al servicio de la reconciliación y de la Vida.
Desde el momento en que entramos en esta vida, pertenecemos a un determinado sistema de relaciones familiares. Más tarde formamos también parte de otros sistemas, como el colegio, grupo de amigos, equipos de trabajo y más amplio, como religiones, culturas, países y al final el sistema del universo.
En todos estos sistemas se encuentran órdenes, en cada uno, de distinta manera que al respetarlos nos permiten avanzar y vivir en sintonía, en caso contrario, nos traban. Más fuertemente sentimos los órdenes en la familia. Si los respetamos, el amor en forma de amor, salud, trabajo, dinero, éxito etc. puede fluir, por eso Bert Hellinger los llama los Órdenes del Amor.
Primero viene el orden, después el amor. Hellinger observó y comprobó que el amor puede desarrollarse en un orden correcto. Si existe un desorden, el amor por más grande que sea, no puede fluir en ningunas de sus formas: amor, salud, trabajo, dinero, éxito, armonía etc. Los Órdenes del Amor, son los principios fundamentales,
Así como cada persona llega al mundo con un ADN -una información genética que se hereda y determina sus rasgos, el color de su piel y de los ojos, la estatura, las habilidades físicas, capacidades artísticas, dones o talentos, e incluso predisposición a ciertas enfermedades-; de la misma manera, cada persona trae consigo una información heredada en el plano del alma: exclusiones, pérdidas, dolores, amores interrumpidos, abandonos. Todo esto está registrado en nosotros. Aunque no lo sepamos a un nivel consciente, porque en las guerras las familias se desmembraron y los relatos se perdieron o se reconstruyeron para poder sobrevivir al dolor. Esta información nos acompaña desde que nacemos, traspasada de generación en generación, y tiene mucho más poder del que creemos para condicionarnos tanto en las acciones más mínimas e insignificante de nuestra vida cotidiana como en las decisiones más trascendentes.
Son como hilos invisibles que nos atan a destinos y experiencias que no nos corresponden y que terminan por condicionar y hasta limitar nuestra vida. ¿Por qué cada uno tiene dificultades específicas que se repiten? ¿Cuántas veces tenemos miedos o tristezas aun teniendo vidas estables y llenas de amor? ¿A qué se debe esa sensación de no poder encontrar nuestro lugar? ¿Por qué nos involucramos en relaciones amistosas o amorosas sufridas o conflictivas? ¿De dónde vienen la inconstancia y los altibajos en nuestra manera de vincularnos con las cosas y las personas? ¿Por qué hay síntomas o dificultades recurrentes en distintas generaciones de una misma familia?
Se trata de preguntas universales de las que nadie está exento. Porque, más allá de nuestra vida personal, con sus éxitos y sus fracasos, sus obstáculos y sus aciertos, pertenecemos a un sistema. No hay posibilidad de pensarnos fuera de los sistemas: somos uno, nacemos y morimos en uno, y estamos constantemente atravesados por decenas de ellos. Y así es como debemos mirarnos: como parte de un todo. Somos sólo una parte de un todo mayor.
Es una herramienta o un recurso que una vez que se conoce y se aplica a la vida cotidiana se convierte en una filosofía de vida. Esto se debe a que tiene la capacidad de explicar y mostrar con tanta claridad las razones por las que somos como somos, y nos relacionamos como lo hacemos, que abren una nueva mirada de la que ya no es posible salir ni volver.
Es una manera de mirar completamente novedosa. Y esa diferencia, que convierte a las CF en una solución eficaz a todo cuanto acontece en la existencia de las personas, radica en que responden a una mirada sistémica y fenomenológica.
Por otro lado, el alma celebra el Orden. Porque como dice Bert Hellinger” si hay orden el amor fluye”.
El amor ordenado nos da esta posibilidad. Y ese amor ordenado se contempla en las postales de vida que nos regala cada constelación.
Y si el amor fluye, tenemos la posibilidad de elegir ser felices. Porque ser feliz es una elección, y nuestros padres junto a nuestros ancestros desean que así lo seamos.
Además, es nuestro más Alto deber espiritual.
La metodología de las CF consiste en la reunión de un grupo de personas alrededor de un espacio central, que es “el campo”, con la presencia de un facilitador. Existen tres maneras de participar en un taller: como “consultante”, que es la persona elegida para constelar su tema; como “representante” de algún aspecto o persona que el facilitador pide al consultante que elija -en ocasiones, puede ser el propio facilitador quien lo elija, si así lo considera- para traducir la información durante el desarrollo de la constelación; y como “participante”, es decir, asistiendo al taller. Es importante decir que desde las tres posiciones se trabaja, porque los temas y lo que sucede resuenan en mayor o menor medida en todos quienes están presentes. En cualquiera de los lugares mencionados, el trabajo sobre sí en cuanto a soluciones o sanciones, es igual de valioso.
<>Muchas veces se asiste a un taller con la creencia que es necesario trabajar algo específico. En ocasiones, funciona. Pero muchas otras veces, el alma nos sorprende y, a partir de la resonancia que alcanza con las constelaciones que se van sucediendo, emerge lo que es verdaderamente primordial; que no siempre es lo que uno cree. Por eso, se trata de tener una actitud abierta y receptiva, que permita estar en sintonía con lo que resulta para poder reconocer lo que es.
El facilitador pregunta quién quiere constelar y los participantes que desean hacerlo levantan la mano. La decisión de quién constela, no es racional, sino que se hace a partir de la fuerza que el facilitador siente que tiene un participante. Una vez elegido, el consultante se sienta al lado del facilitador y plantea su tema o problemática. La manera en la que expresa lo que se quiere constelar tiene una importancia fundamental, porque es lo que “intenciona” el campo. Es decir, lo que impregna la información que va a emerger de allí y los representantes van a traducir. Si hiciera falta aclararlo, el facilitador podrá hacerle algunas preguntas al consultante. Luego, se eligen a los representantes necesarios para iniciar la constelación. La cantidad de participantes necesarios va a depender de qué se trate el planteo: a veces puede ser uno solo, pero lo más habitual es que se empiece con un mínimo de dos y que luego, a medida que se despliega la constelación, se vayan incorporando o agregando más; no hay límites prefijados en la cantidad. La constelación se desarrolla con la guía del facilitador, que también se impregna de la información del campo, y hace preguntas al consultante, agrega representantes, de acuerdo con lo que se revela a través de las imágenes que van apareciendo en el campo. Así es como llegan las “imágenes sanadoras”: son las que muestran lo que es en lo profundo, la verdad de lo que sucede en un sistema respecto de la problemática planteada. Y eso que sale a la luz, por lo novedoso que resulta, tiene un efecto sanador. Esta información, que ya está en el alma, suele ser desconocidas para el consultante y, por eso, suelen resultan reveladoras. Ante las imágenes sanadoras, el facilitador puede pedir a los representantes que enuncien frases que refuerzan lo que se muestra. Se llaman “frases sanadoras” y son expresiones verbales capaces de devolverle el orden a un sistema: a través del reconocimiento y la inclusión. Se une lo que estaba separado y se le hace un lugar a quien no lo tenía. En el plano del alma, la reconexión y la reconciliación que se va logrando con lo que es necesario tiene habitualmente un efecto inmediato de liberación, de alivio, de sanación, de asentimiento de parte del consultante.
Todo aquello que sea importante para uno porque está afectando su vida, y que sea importante para la persona por la persistencia o la repetición del problema, o por la imposibilidad de superarlo a pesar de los intentos de solución. Son indicadores de que se trata de un problema relevante y que tiene fuerza para la persona. Se puede constelar las relaciones de cualquier tipo – dificultades y conflictos familiares con los padres, entre hermanos, con los hijos, adopciones, de pareja, sociales, amistosas, etc; en relación a los problemas de salud: síntomas diversos, adicciones, etc., sensaciones o emociones en generales: angustias, tristezas, miedos; duelos etc., traumas, secretos. Problemas laborales y/o económicos, temas relacionados con lo organizacional, problemas jurídicos, pedagógicos etc.
No es necesario, leer ni saber acerca de la teoría y práctica de las CF antes de asistir a un taller. Y tampoco es necesario aunque sí recomendable indagar en la historia familiar. Si se sabe algo, es mejor. Lo importante son los hechos, por ejemplo, si hay exclusiones, migraciones, muertes tempranas, problemas de herencias, asesinatos, guerras, abortos o cualquier hecho significativo que llame la atención en la historia familiar. Con mucha frecuencia, los participantes llegan al taller con conocimiento de la historia de sus padres y ancestros; pero nunca es toda, porque siempre algo o mucho se pierde en los relatos, queda como secreto o simplemente no trasciende y no llega. Lo que es importante saber y conocer va a aparecer en el campo con una fuerza que resulta muchas veces sorprendente. Porque es la Verdad de la historia.
Sí. Todo dependerá de la fuerza que el participante tenga para hacerlo. De hecho, muchas personas constelan la primera vez que asisten a un taller y otras pasan varios antes de poder hacerlo. Si alguien quiere constelar y no lo hace en esa oportunidad, sugiero confiar en que hay una razón mayor por la cual el mismo va a comprender oportunamente el por qué y el para qué de esa espera. Con frecuencia, a partir del trabajo personal que se va realizando durante los talleres, el tema que finalmente se plantea para constelar, es el que estaba por debajo de la creencia primera, y es el tema que tiene fuerza.
Hay algunas situaciones o temas en los que se recomienda esperar un tiempo prudencial antes de constelarlos, pero esto no quita que se pueda participar siempre de los talleres. Una de esas situaciones es cuando se está haciendo un proceso de duelo.
Muchas veces una persona quiere constelar y es elegida para hacerlo. Pero, tan importante como tener la fuerza, es plantear el tema que se quiere constelar de manera correcta: precisa, clara, sin ambigüedades. No se trata de una exigencia, sino que de eso dependerá cuál va a ser la información que va a impregnar el campo y, por lo tanto, la que va a emerger y van a traducir los representantes. Si bien la información es siempre una, el campo se manifestará de acuerdo a cómo se lo haya intencionado a través del planteo
La elección de los representantes es por resonancia: el facilitador o el consultante recorren el campo y miran a los participantes hasta que sienten el impulso que lo lleva a decidirse por uno de ellos. Para eso, la clave es despojarse de todas las categorías que impone la mente, tales como edad o aspecto físico. Si bien a veces eso ayuda a la representación y es recomendable porque facilita el reconocimiento de la escena, lo cierto es que en el plano del alma nada de eso existe.
Sí. Si alguien es convocado y siente que no quiere hacerlo, debe respetarse. La sugerencia es intentarlo, ya que es una experiencia reveladora. Pero requiere de una decisión personal. No hay ninguna obligación.
No. Si bien las CF tienen un contenido terapéutico no pueden considerarse una terapia en sentido estricto ya que no se crea una relación terapéutica con el consultante ni tampoco hay un seguimiento personalizado de los casos individuales, salvo cuando quien consulta así lo requiera. Es una herramienta compatible y complementaria con la terapia psicológica. Lo que suele pasar es que muchas personas llegan a los talleres luego de haber probado múltiples terapias sin encontrar una solución. Hay un momento en lo terapéutico en que se puede llegar a un punto ciego y se estanca el tratamiento. Lo digo con todo respeto a esta bendita profesión a la cual amo profundamente, porque no se trata de una falla sino de que a veces sucede que la información está simplemente en otro lugar, donde la conciencia no puede llegar. Porque es una información transgeneracional, absolutamente desconocida. Y ahí es donde resulta efectiva esta herramienta, que lo que hace es trascender estos límites que el yo impone y que sólo el alma recuerda, ya que sucedieron en otro tiempo. Y de esta manera, acelera hacia la solución.
No existe ese límite. Porque los campos trascienden el tiempo y el espacio: la información se recibe de forma instantánea, porque no tiene que viajar, sino que simplemente está. Y que permanece obstaculizando la vida muchas generaciones más tarde.
Son las que se mueven en sintonía con Fuerzas Mayores, que crean y traen lo nuevo. Se tratan de movimientos que unen lo que está separado y que no tienen preexistencia en nuestra historia. Siempre están al servicio de la vida. Son movimientos que superan los límites de nuestra conciencia, y despejan el camino hacia el amor en todas sus posibilidades.